EPIFANIA, DIA DE REYES

Epifanía, la manifestación de Dios hecho hombre

 

De los Reyes apenas sabemos algo, aunque sí lo suficiente. Que eran de Oriente y que miraban y observaban los cielos esperando y escrutando los signos de Dios. Y que vieron salir una estrella que brillaba con especial fulgor y resplandor. Y fueron siguiendo su rastro. Era la estrella que anunciaba el nacimiento del Rey de los Judíos. Se entrevistaron con Herodes como gesto de cortesía y éste quiso engañarlos. Continuaron su camino hasta que la estrella se posó encima de donde estaba el niño. "Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo para que no volvieran a Herodes se marcharon a su tierra por otro camino".

 

Este "personaje" navideño de los Magos está lleno de simbolismo y de interpelación sobre el sentido y el reto de la Navidad: la atenta observación y escucha de los signos de Dios y de los hombres, la búsqueda de la verdad y del saber ponerse en camino, la perseverancia hasta llegar a la meta, los sentimientos y actitudes de alegría, de adoración y de ofrenda ante Dios y el regresar por otro lado, por otro camino –es decir transformados- después del encuentro con el Señor. En los Magos y con los Magos se completa la gran Manifestación de Dios, que es luz para todos los hombres: los pastores en la Natividad, los magos en la Epifanía, los de cerca y de lejos, los pobres e ignorantes y los poderosos y sabios. Para todos y por todos nace Dios.

 

La narración evangélica no menciona el número de Magos, y no hay una tradición cierta sobre esta materia. Varios Padres hablan de tres Magos; en realidad se hallan influenciados por el número de regalos. En el Oriente, la tradición habla de doce obsequios. En el cristianismo primitivo el arte no es un testimonio consistente:

 

  • una pintura en el cementerio de San Pedro y San Marcelino muestra a dos;
  • otra en el Museo Laterano, tres;
  • otra en el cementerio de Domitila, cuatro;
  • un jarrón en el Museo Kircher, ocho (Marucchi, «Eléments d'archéologie chrétienne», Paris, 1899, I 197).

 

 

Los nombres de los Magos son tan inciertos como su número.  Es la tradición popular quien les ha dado nombres y cantidad en relación a los regalos que presentaron al Niño.  Por ejemplo, se dice que los reyes eran, uno rubio, uno moreno, otro negro. 


 

  • Melchor, tradicionalmente un anciano blanco con barbas, trae como regalo oro que representa la realeza de Cristo.


  • Gaspar, joven, de piel morena, trae incienso, representando la divinidad de Cristo.


  • Baltasar, de raza negra, ofrece al Niño Dios mirra (sustancia que se utiliza para embalsamar cadáveres)representando Su humanidad, el sufrimiento y la muerte del Señor


Podemos suponer que los Magos eran de la casta sagrada de los Medos. Proveían de sacerdotes para Persia y, dejando de lado vicisitudes dinásticas, siempre mantuvieron sobre sus dominios influencia religiosa. Ningún Padre de la Iglesia sostuvo que los Magos tenían que ser reyes. Tertuliano (Adv. Marcion., III, xiii) dice que fueron de estirpe real.      

 

Por otra parte no podemos pensar que llegaron inmediatamente después del nacimiento de Jesús pues, desde Persia, de donde supuestamente vinieron los Magos, hasta Jerusalén había un trayecto de entre 1000 y 1200 millas. En semejante distancia debieron emplear entre tres y doce meses en camello. Además del tiempo del viaje, emplearon probablemente varias semanas de preparación. Los Magos pudieron haber llegado a Jerusalén un año o más después de la aparición de la estrella.