Santa Teresa de Ávila

Teresa nació en Ávila en 1515.

 

Ingresó en el Carmelo de la Encarnación en 1554. Leyendo las Confesiones de san Agustín, se dio cuenta de que había perdido el tiempo en cosas vanas, una visión de Jesús sufriente la marcó profundamente. No sólo decidió cambiar su vida, sino que inició un período espiritual de visiones e iluminaciones.

 

Esos fenómenos la asustaron profundamente en un principio, hasta que se encontró con San Francisco de Borja y con San Pedro de Alcántara quienes le confirmaron que Dios quería algo de ella. Desde entonces Teresa cambió totalmente. Comenzó a pensar en la idea de una reforma en el Carmelo para recuperar la primitiva regla de la Orden. 

 

Así, guiada por Dios y con la ayuda de san Juan de la Cruz (quien a su vez reformó la rama masculina de su Orden). Fundó el monasterio carmelita de San José, fuera de las murallas de Ávila, primer convento del Carmelo reformado por ella. La fama de ese nuevo convento hizo que en 1562 acogiera a sus primeras novicias. Fundó así numerosos monasterios.

 

A partir de 1571, las visiones fueron más intensas y Teresa vivió hasta los últimos años en una conversación sin interrupción con el Jesús.

 

Fue una gran mística, y escribió sus experiencias, p ej. “El camino de la perfección”, “Pensamientos sobre el amor de Dios”, “El castillo interior”, y además, la historia de su vida.

 

Murió en Alba de Tormes en la noche del 14 de octubre de 1582, y en 1622 fue proclamada santa. El 27 de septiembre de 1970 Pablo VI la proclamó doctora de la Iglesia.

 

 


Más extensa:

 

Etimología: Teresa = Aquella que es experta en la caza, viene del griego


Nacida en Ávila el año 1515, Teresa de Cepeda y Ahumada emprendió a los cuarenta años la tarea de reformar la orden carmelitana según su regla primitiva, guiada por Dios por medio de coloquios místicos, y con la ayuda de San Juan de la Cruz (quien a su vez reformó la rama masculina de su Orden, separando a los Carmelitas descalzos de los calzados). Se trató de una misión casi inverosímil para una mujer de salud delicada como la suya: desde el monasterio de San José, fuera de las murallas de Avila, primer convento
 del Carmelo reformado por ella, partió, con la carga de los tesoros de su Castillo interior, en todas las direcciones de España y llevó a cabo numerosas fundaciones, suscitando también muchos resentimientos, hasta el punto que temporáneamente se le quitó el permiso de trazar otras reformas y de fundar nuevas cases.


Maestra de místicos y directora de conciencias, tuvo contactos epistolares hasta con el rey Felipe II de España y con los personajes más ilustres de su tiempo; pero como mujer práctica se ocupaba de las cosas mínimas del monasterio y nunca descuidaba la parte económica, porque, como ella misma decía: “Teresa, sin la gracia de Dios, es una pobre mujer; con la gracia de Dios, una fuerza; con la gracia de Dios y mucho dinero, una potencia”. Por petición del confesor, Teresa escribió la historia de su vida, un libro de confesiones entre los más sinceros e impresionantes. En la
 introducción hace esta observación: “Yo hubiera querido que, así como me han ordenado escribir mi modo de oración y las gracias que me ha concedido el Señor, me hubieran permitido también narrar detalladamente y con claridad mis grandes pecados. Es la historia de un alma que lucha apasionadamente por subir, sin lograrlo, al principio”. Por esto, desde el punto de vista humano, Teresa es una figura cercana, que se presenta como criatura de carne y hueso, todo lo contrario de la representación idealista y angélica de Bernini.


Desde la niñez había manifestado un temperamento exuberante (a los siete años se escapó de casa para buscar el martirio en Africa), y una contrastante tendencia a la vida mística y a la actividad práctica, organizativa. Dos veces se enfermó gravemente. Durante la enfermedad comenzó a vivir algunas experiencias místicas que transformaron profundamente su vida interior, dándole la percepción de la presencia de Dios y la experiencia de fenómenos místicos que ella describió más tarde en sus libros: “El camino de la perfección”, “Pensamientos sobre el amor de Dios” y “El castillo interior”. 


Murió en Alba de Tormes en la noche del 14 de octubre de 1582, y en 1622 fue proclamada santa. El 27 de septiembre de 1970 Pablo VI la proclamó doctora de la Iglesia.