Nuestra Señora de Luján

Antonio Farías era un hacendado portugués que vivía en Santiago del Estero.  Le escribió a un amigo suyo de Brasil para que le enviara una imagen de la madre de Jesús ya que quería levantar una ermita en honor a la Virgen María.

 

Así es como el amigo en 1630 le envía dos imágenes: una con el niño en los brazos y otra con la representación de la Inmaculada.

 

Cuando en mayo llegan las imágenes al Río de la Plata emprenden viaje en carreta para Sumampa, pero cuando la caravana quiso tomar su viaje luego de acampar en el Paso de los Morales se encontraron con que la carreta que llevaba las imágenes no podía ser movida del lugar, ni siquiera con la ayuda de otras yuntas de bueyes.

 

Pensando que el peso de la carga era el problema descargaron uno de los cajones pero la carreta seguía inamovible.  Entonces suben ese cajón y bajan el otro y allí se encuentran con la sorpresa de que los bueyes comienzan a tirar de la carreta sin dificultad.  Ante la duda vuelven a hacer el cambio, comprobando que la carreta se traba de nuevo.  Entonces vuelven a abrir el cajón para ver su contenido y encuentran la imagencita de la Virgen Inmaculada.

 

Todos los presentes comprendieron el mensaje de la Virgen y decidieron llevarlo a la vivienda más cercana, la familia de don Rosendo, que la colocó en el mejor lugar de la casa.  Éste luego le hizo construir una ermita donde permaneció de 1630 a 1674.  Sus primeros nombres fueron la Virgen Estanciera y la Patroncita morena.  Manuel, un joven que había sido vendido como esclavo en Brasil, se consagró al servicio de la imagen hasta su muerte, era uno de los testigos de la detención de la carreta.

Luego de fallecer Don Rosendo, la señora Ana Mattos de Siqueyras ofreció su casa para cuidar la imagen, pero sin Manuel.  Esto provocó que la imagen al día siguiente volviera a su humilde ermita, hecho que se repitió una vez más… entonces decidieron trasladar a la imagen con gran pompa a la casa de Ana, pero esta vez con Manuel.  Así fue como se quedó la imagen en forma definitiva en ese terreno que la señora Ana  donó en 1677 para construir la nueva capilla en donde hoy se levanta la Basílica de Luján.

 

La imagen mide sólo 38 cm de alto y está modelada con terracota o sea arcilla cocida.  El Padre Salvaire fue el que se dedicó a cuidar a la Virgen haciéndola recubrir con una coraza de plata para impedir su disgregación.

 

Además fue embellecida con una aureola de 12 estrellas y fue coronada el 8 de mayo de 1887 con una corona de pedrería y oro que fue bendecida por el Papa León XIII.